
Algunas cosas del Universo ocurren muy lentamente. La lenta evolución de una estrella como el Sol tarda miles de millones de años. Hoy, más de 5.000 millones de años después de su nacimiento, nuestra estrella está todavía en su infancia.
Pero otras cosas pasan muy rápidamente. Uno de los fenómenos más misteriosos del espacio son las ráfagas rápidas de radio (FRB), ráfagas increíblemente intensas pero increíblemente de corta duración que generan ondas de radio desde cualquier lugar del espacio. Como puntos aleatorios del cielo, aparecen y desaparecen sin previo aviso. Sabemos que estos estallidos existen porque su emisión deja una impronta en el material por el que atraviesa. Pero son tan efímeros que no sabemos de dónde provienen: sólo duran varios milisegundos. Imagina que alguien te lanza bolas de papel, pero nunca ves de dónde vienen. Sólo puede sentir el impacto de las balas en la parte trasera de su cabeza, pero por muy rápido que gire, el atacante ha desaparecido antes de poder verle la cara. El FRB también. Escapadas muy potentes, sin duda por eventos muy violentos en el espacio, pero de los que no sabemos su origen: ¿es lejano o cercano? ¿Qué les provoca? ¿Con qué frecuencia se producen?
Pero ahora la ciencia ha sido capaz de examinar ese fenómeno por primera vez. Al menos uno de ellos. Un equipo de astrónomos de la instalación del radiotelescopio Parkes en Australia detectó FRB 150418 y determinó que venía de los confines más lejanos del espacio. De hecho, lo descubrieron el 18 de abril del 2022, pero sólo ahora la revista ‘Nature’ ha logrado publicar los resultados de un estudio que revela uno de los mayores misterios de la cosmología.
Esa noche de abril, los técnicos de un observatorio australiano detectaron una radiación extraña y emitieron de inmediato una alerta internacional. En pocas horas, los telescopios de todo el mundo exploraron el cielo en busca de pistas. En menos de 24 horas, el Observatorio Astronómico Nacional de Japón, utilizando el Telescopio Subaru en Hawái, pudo localizar el punto de origen de la emisión: una galaxia elíptica a 6.000 millones de años luz de la Tierra.
Éste fue un acontecimiento histórico, nunca antes se había podido determinar la fuente exacta de la emisión de FRB.
Es probable que la historia parezca irrelevante para el lector que no esté interesado en temas astronómicos. Sí, bueno, hemos detectado el punto exacto en el que está pasando el choque cósmico. ¿Y esto? ¿Qué importancia tiene el descubrimiento? Decir mucho sería demasiado modesto. Sin duda, este descubrimiento podría ayudar a resolver uno de los mayores misterios aún por resolver en nuestro conocimiento del cosmos. A ver.
El modelo actual para explicar el cosmos predice que sólo el 5% de la materia del universo es materia visible. Planetas, estrellas, galaxias, nubes de polvo y gas, neutrones, protones, radiación… Todo lo que normalmente pensamos como espacio ocupa sólo el 5% del espacio. El 25% es energía oscura (un tipo de energía indetectable). El 70% restante es materia oscura, una sustancia desconocida que no coincide con nada de lo que sabemos y que no puede medirse ni detectarse. ¿Por qué lo sabemos? Realmente sólo tenemos intuición. El comportamiento de las galaxias, rotación, velocidad de movimiento… no se corresponde con la cantidad de materia visible. Tiene que haber algo más. Mucha masa les dispara.
Cuando un FRB recorre una larga distancia, su emisión se extiende. Lo hace porque pasa por la materia. Si podemos medir la distancia entre la Tierra y el FRB y determinar su posición exacta, podemos comprobar cuánto material ha pasado. Las ondas de radio atraviesan este material y son modificadas por éste. Otro ejemplo: es como si alguien le pusiera un velo invisible en la boca mientras gritase: ¿Su voz no sonaría diferente aunque no vemos el velo?
La detección de FRB es el paso final para entender la verdadera cuestión del espacio. La materia visible sólo se puede ‘ver’ a través de telescopios ópticos. Los invisibles, el 70%, también podríamos ‘escuchar’ con FRB en el futuro. Si es así, esta nueva técnica podría proporcionarle la última gran respuesta a los misterios astronómicos de este siglo. Primero descubrimos el bosón de Higgs, después descubrimos la existencia de las ondas gravitatorias, y quizás ahora podremos averiguar de qué está formada la materia oscura.

Susan McDonald se especializó hace años en el avistamiento y el estudio de estrellas. Nos ha demostrado la importancia del cálculo algorítmico y la precisión para analizar los astros, y ha redactado los mejores artículos de la web para estudiarlas. Practica meditación y trabaja en un centro de astrología cerca de su ciudad.